Había una vez una princesita llamada Valente. Vivía en el país De Los Bellos Amores- este país sólo existe en los sueños de los que aman de verdad-. Se pasaba el día y la noche durmiendo cobijada por una planta de aloe, esperando a que sus padres se encontraran y se amaran. Y tal vez, entonces y sólo entonces, la princesita despertaría a este mundo.
Su madre soñaba engendrar -del amor más grande- una niña.
Su padre fantaseaba con encontrar a alguien a quien poder amar tanto, tanto, tanto, que de ese amor naciera la más bella y valiente flor.
Así fue cómo desde dos puntos muy, pero que muy distantes: un hombre y una mujer acariciaban el mismo sueño. Tras mucho tiempo -ese hombre y esa mujer- se encontraron sin buscarse. Se reconocieron, se supieron, se anudaron y se amaron.
Valente, despertó del país De Los Bellos Amores y se hizo realidad en éste.
Cuentan de que el aloe posee muchas propiedades curativas. Ahora tú al igual que yo sabes que esto es debido al amor, al verdadero amor. Y a esa princesa llamada: Valente, a la que tanto tiempo esta planta abrigó.
Su madre soñaba engendrar -del amor más grande- una niña.
Su padre fantaseaba con encontrar a alguien a quien poder amar tanto, tanto, tanto, que de ese amor naciera la más bella y valiente flor.
Así fue cómo desde dos puntos muy, pero que muy distantes: un hombre y una mujer acariciaban el mismo sueño. Tras mucho tiempo -ese hombre y esa mujer- se encontraron sin buscarse. Se reconocieron, se supieron, se anudaron y se amaron.
Valente, despertó del país De Los Bellos Amores y se hizo realidad en éste.
Cuentan de que el aloe posee muchas propiedades curativas. Ahora tú al igual que yo sabes que esto es debido al amor, al verdadero amor. Y a esa princesa llamada: Valente, a la que tanto tiempo esta planta abrigó.
2 comentarios:
Es muy valiente reconocer que se cree en los sueños, que se cree en los cuentos, que realmente uno aún es capaz de creer.
yo creo.
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