-Me he vuelto una especie de espía. Un espía que te amó, sin amarte... que te disfrutó y disfruta con medida y, que aún ahora te sigue viendo detrás de esa cortinilla, caduca y fina desde la que siempre se vislumbró tu curiosa sombra curvilínea.
detrás de su cortina. Mi falta de tiempo es la excusa para sólo acercarme a ratitos y hoy, con menos tiempo que nunca, me he lanzado a escribir, un sencillo buenos días y, un complejo gracias; por este delicioso momento matutino. Me brillaron los ojos.
-¿La espía no era yo? La que te amó, te ama y te amará... Me temo que estoy abriendo mucho esa cortina ¿no te parece?Qué bonito estarían esos ojos
verdes brillando por la mañana... Me subo a mis tacones más altos y ¿bailamos? pincha en "
única". Perdona por perderme, pero ya sabes, me pierdo siempre.
-Me gusta cuando te pierdes y también perderme detrás de tu nebulosa cortina. Siempre me gustaron las figuras insinuadas, las situaciones casi imaginadas, los espacios compartidos con y sin distancia. Espiar y ser espiado. Espiarte y dejarme espiar por ti. Marlene detrás de esas cortinas de humo, o simplemente detrás de aquéllas delicadas y, en este caso sí, cortinas de tul.
Un
ángel azul, unos tacones de aguja y nuestros cuerpos bailando en la oscuridad. ¿Ya ves mis ojos por la mañana?
-Guauuuu!!!
Redactar bien, es condición sine qua non de tu trabajo, pero vamos, desconocía que tuvieras alma de poeta… ¡Nunca dejarás de sorprenderme!
Tus ojos los veo siempre, brillando felices, nunca vi ojos más alegres, ni ¿
Verdes? ¿Ni
azules? Ni como en la salve ¡tan misericordiosos!
Pero, confiesa: ¿tu sigues afectado del mal del altura? Si no viajaras tanto, tan lejos y a esos sitios donde yo quisiera estar, no te espiaría tanto, pero siempre tienes ¡tanto que contar, tanto que dar! ¿A oscuras Klaus? ¡Bailemos, bailemos pero me perderé lo sabes no podré seguir tus paso. Enciende una luz al menos!
-De chiquito me enseñaron los antónimos. Muy bonitos y perfectos ellos. La luz era la perfecta contraposición de la oscuridad. El frío le daba miedo al calor. La visión luchaba siempre contra la maldita ceguera y, el
negro como era malo, muy malo, reñía un día sí y otro también con el
blanco y, a veces venía el Coco.
Al tiempo fui olvidando aquéllas alabanzas misericordiosas, tan propias de quienes me enseñaron a discernir entre lo " cuerdo " y lo " chiflado " y mis insanas razones me hicieron más loco. Bendito yo. Mis ojos
verdes brillaron un día y, se apagaron otros y nunca por ello, dejaron de ser mis ojos. Entendí que el
blanco y el
negro eran perfectos compañeros, que la contraposición de frío y el calor en mi boca me hacía salivar; y que si en mi vientre caliente, depositabas un cubito de hielo, mis pupilas tendían a dilatarse. Placer.
Marlene siempre encendía una tenue luz y
Stemberg la filmaba, tras esa maravillosa cortina humeante. Volvía a ser el
"ángel azul". El espía que ama, la tomó por su cansada cintura y danzó al son de su cuerpo, y de la línea imaginaria que siempre marca el si menor. La luz creó la sombra, la insinuación, sus miradas, el deseo, y sin luz no pudo haber sombra, ni para ellos, oscuridad. Por eso ya no creo en los antónimos, ni en esa luz que llamaban perfecta.
¿Bailamos?