
Recuerdo un día, mientras se duchaba, la cara de sorpresa al verme allí, apoyado en el lavabo, contemplándola con mi cara de bobo.
Luego, aquel sentimiento, que poco a poco iba naciendo en mí: los celos, sí, porque me ignoraba cuando se entregaba a él. La oía reír, gemir, gozar. Yo sé que me quería, también, pero era a él a quien amaba.
Por eso una noche, mientras dormía, no pude aguantar más y le lamí la cara. Se despertó asustada y me gritó: ¡Maldito gato!
Mi amo, que estaba tendido, a su lado, riendo, divertido, dijo: umm… No decías que era encantador, te lo regalo.
4 comentarios:
Qué bueno, me has hecho reir!!!
Jaja...genial!
Si es que sólo hay una cosa más peligrosa que un gato celoso...una mujer que ignore.
Por cierto, no se lo digas a nadie, pero he entrado en descubridoresdebellezaanónimos.com....si es que no aprendo.
Ssschhhttt!!!
No sé si registralo.
Lisandro
ja ja já...gracias Dulce, está bien para variar no?
ja ja já...¡qué bueno Li...!
La ignorancia es muy mala, malita
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