Después de la cena, en la que apenas pudo probar bocado, ella le confesó que en su estómago acababan de nacer unas mariposas, y que él era el único responsable. Se excusó un momento-ponte cómoda- y, dirigiéndose al desván recordó a Darwin, a Vladimir Nabokov, a Karl von Frisch y aquel ejemplar lepidóptero la Valeria tritaea (mariposa vagabunda). Mientras buscaba su caza-insectos, sus alfileres y su tablero, pensó que esta vez necesitaría, también, su cuchillo jamonero. Amanecieron abrazados sobre la cama, ella con el vientre abierto en canal; entre las vísceras ensangrentadas cientos de larvas y crisálidas de arañas. Él, a su lado, tan pálido como las sábanas; sobre el pecho una viuda negra seguía inoculándole su dulce veneno.
4 comentarios:
Un amor un tanto sangriento.
Sangriento, macabro, trágico...
Pero...un “pizco” o “cacho” divertido no? Je je jé…
Dos besos, anónimo y bienvenido-a
Si,asquerosamente divertido!!! jajaja.
ja ja ja ja puafffffffff!!!!
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