sábado, 16 de agosto de 2008

Al este del Edén


Qué no daría por escaparse hasta aquella villa al este del Edén (villa abandono, villa soledad) para ella villa placer. ¡Ironías mire usted!

La primera vez que la visitó lo ignoraba todo. Su intuición le gritaba, como siempre y como siempre hacía oídos sordos.

¿Cuántos años habían pasado? Muchos, demasiados; ahora quería disfrutar ese momento, durara lo que durara.

A pesar de que, el despiste en ella es natural. ¡Amigo mío! como capta los pequeños detalles, la pequeña bici en uno de los porches, marcos vacíos sin fotos, sin litografías; dejados sobre alguna mesa. Productos de aseo infantil en uno de los cuartos de baños en la planta principal.

En la noche podía oír la risa infantil, sus juegos. A veces, más de un niño, más de un juego.

La vida en la casa era apacible (aparentemente), parecía el inicio de algo: cenas románticas, vino, veladas musicales, libros, lecturas y, las charlas hasta el amanecer. No queriendo apenas dormir, estirando el poco tiempo para compartir.

Le gustaba pasear por los salones contemplando todas aquellas pinturas, tan valiosas, que él, con tanta naturalidad explicaba. El brillo en sus ojos, la admiración, las ganas de vivir, de amar… todo lo salpicaba.

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