lunes, 14 de junio de 2010

Amar a-María

Para Mari Carmen y Dimas

Es ligera y sus pies descalzos parecen gaviotas siempre dispuestos a levantar el vuelo. La casa es ella, la vida es ella, y su ir y venir organizando, disponiendo, ordenando su pequeño mundo. Sí, ese pequeño universo forjado por y para ellos. Una fortaleza donde los muros son ladrillos de nubes unidos por cemento de aire, y el agua de toda esa argamasa: el vapor salado de las olas.
Agua salada de mar, ese mismo a cuya orilla paseaban de niños. Los pilones (testigos mudos) donde en la adolescencia se amaron por primera vez. De ese amor incomprendido nació la niña de sus ojos.
Desde el sillón no puede dejar de mirarla. Siente una punzada de dolor al recordar la separación a que fueron sometidos por parte de sus mayores.
Ellos querían casarse, pero para sus padres todo aquel amor era una locura. Tocaba estudiar y seguir con esa vida que ellos habían estropeado.
Le parece verlas a las dos a escondidas como entonces. Sí, quizá la niña en ese momento era una muñeca a la que ella vestía y cuidaba. Y para él un pequeño juguete que le negaban.
El amor todo lo puede y años más tarde se casaron. La felicidad se hizo plena con el hijo que vino a completar el cuadro.
Por eso no entiende que ahora le haga esto la vida.
-No quiero que te quedes sola ¡Eres tan joven todavía!
Ella le acaricia y se ríe. Por dentro está llorando sangre, pero eso él nunca lo notará. Porque ella es la atalaya, el castillo, el reino que inventaron.
Toma la regadera y se aleja cantando hasta el jardín.
- La dama que llama a la puerta no lo va a tener tan fácil para arrancarlo de aquí.

Hoy más que nunca quiero creer en los milagros

2 comentarios:

Dulce dijo...

Me da pena.

Mararía dijo...

a mi mucho más, no puedo cambiar en un relato la realidad.