¡Le prestaría ese dinero! Era su amigo. Su mejor amigo.
Ahora, el papel de Armenia, perfectamente doblado, se consumía lentamente en aquel cuenco. Recordó que esa cerámica fue un regalo de Matías. La lluvia en los cristales, la música suave de fondo, el humo que impregnaba toda la estancia con ese aroma fresco y dulzón. Se dejó llevar por el sopor. Uno no sabe cuál es el mecanismo que nos lleva de un pensamiento a otro, de una idea a otra, de una visión a otra: uno sueña; eso es todo.
Hay veces en que realidad y fantasía se confunden en este duermevela. Los recuerdos fueron saltando de su niñez a su juventud hasta llegar a la actualidad y, en todos ellos, siempre presente: Matías.
Y… se durmió. Los sueños lo transportaron hasta la casa de Matías, allí estaba - su amigo- en la cama con una mujer (la imagen de ella era difusa), fumaban un cigarrillo, a medias, mientras él le decía:
- Deberías llamar a tu marido y contarle cualquier cosa para que no se preocupe, ya sabes cómo es.
-Sí, le diré que estoy en la peluquería y que tengo para un buen rato. ¿De verdad qué lo haremos?
-¡Te he dicho qué sí! Ahora solo depende de él, de que suelte el dinero…
-Lo hará, lo sabes. Tú eres su mejor amigo, jamás sospechará nada.
-Y tú, ¿estás decidida, no te echarás luego atrás?
- Por supuesto que no, lo siento mucho por él, pero se acabó. Te quiero…
La cara de la mujer comenzaba a vislumbrarse, cuando el sonido del teléfono lo despertó. Su mujer al otro lado se disculpa: llegará tarde.
Ahora, el papel de Armenia, perfectamente doblado, se consumía lentamente en aquel cuenco. Recordó que esa cerámica fue un regalo de Matías. La lluvia en los cristales, la música suave de fondo, el humo que impregnaba toda la estancia con ese aroma fresco y dulzón. Se dejó llevar por el sopor. Uno no sabe cuál es el mecanismo que nos lleva de un pensamiento a otro, de una idea a otra, de una visión a otra: uno sueña; eso es todo.
Hay veces en que realidad y fantasía se confunden en este duermevela. Los recuerdos fueron saltando de su niñez a su juventud hasta llegar a la actualidad y, en todos ellos, siempre presente: Matías.
Y… se durmió. Los sueños lo transportaron hasta la casa de Matías, allí estaba - su amigo- en la cama con una mujer (la imagen de ella era difusa), fumaban un cigarrillo, a medias, mientras él le decía:
- Deberías llamar a tu marido y contarle cualquier cosa para que no se preocupe, ya sabes cómo es.
-Sí, le diré que estoy en la peluquería y que tengo para un buen rato. ¿De verdad qué lo haremos?
-¡Te he dicho qué sí! Ahora solo depende de él, de que suelte el dinero…
-Lo hará, lo sabes. Tú eres su mejor amigo, jamás sospechará nada.
-Y tú, ¿estás decidida, no te echarás luego atrás?
- Por supuesto que no, lo siento mucho por él, pero se acabó. Te quiero…
La cara de la mujer comenzaba a vislumbrarse, cuando el sonido del teléfono lo despertó. Su mujer al otro lado se disculpa: llegará tarde.
2 comentarios:
ay, los celos...
q malos son..
los celos son muy malos, malitos...
pero la traición de un amigo peor...
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