Mientras leía aquella carta, sentí como mis propias amarguras, desencuentros, silencios... se evaporaban. Prendí un fósforo y, a través de aquellas llamas y mis lágrimas, finalmente, lo comprendí. Se disiparon mis dudas, junto con aquel sobre, que consumido lentamente por el fuego, se convertía en humo.
Soplando todas aquellas cenizas miré en mi corazón y, ahí estabas tú: tu olor, tu risa, tu voz…salpicándolo todo (besos, caricias, palabras) con tus ojitos llenos de futuro.
Sonreí, me sonreíste, mientras te alejabas por la puerta siete, con mi amor en tu equipaje de mano. Luego, apretando fuertemente mi bolso, para no perder el tuyo, me giré y me fui. Sólo era cuestión de tiempo.
Cuando desperté, nuestro amor todavía estaba allí.
Soplando todas aquellas cenizas miré en mi corazón y, ahí estabas tú: tu olor, tu risa, tu voz…salpicándolo todo (besos, caricias, palabras) con tus ojitos llenos de futuro.
Sonreí, me sonreíste, mientras te alejabas por la puerta siete, con mi amor en tu equipaje de mano. Luego, apretando fuertemente mi bolso, para no perder el tuyo, me giré y me fui. Sólo era cuestión de tiempo.
Cuando desperté, nuestro amor todavía estaba allí.
2 comentarios:
El amor es como el papel de Armenia, aunque se queme deja olor y un poquito de huella, o mucho si es bueno.
El papel de Armenia arde muy rápido, pero si sabes doblarlo adecuadamente arderá más lentamente impregnando todo con su aroma fresco...ella dobló muy bien cada aroma, cada beso, cada recuerdo...
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