martes, 29 de julio de 2008

Una habitación con vistas



Alquiló una habitación en el hotel más emblemático de la isla. Desde lo alto las vistas impresionan: puedes contemplar toda la ciudad. Pero no fue capaz de dormir y se fue.
Regresó por la mañana. Pidió en recepción que no se la molestara. No quería servicio de limpieza, al menos ese día.

Cuando por fin entré, la habitación estaba impoluta, la cama sin deshacer, todo en perfecto orden. Sobre la cama en hilera un bolso, un reloj, una alianza de matrimonio y una carta. Nada para el servicio de habitaciones, ni una propina ni un simple: “gracias por todo”.
En la terraza, la silla del escritorio, junto a la barandilla.

Ella, abajo, en la calle.
Lo vio llegar. Como siempre, tarde a su cita; su última cita.

4 comentarios:

Carlos de la Fé dijo...

Seguro que llegó tarde porque no encontraba aparcamiento... o porque era justo el día necesario o ideal para que llegara tarde.

Sin embargo nunca sabremos si ella se adelantó o debió espera cinco minutos más.

Todos sabemos, gracias a Jara y a la experiencia que la vida puede ser eterna en cinco minutos.

Mararía dijo...

Para Amanda los cinco minutos eran de felicidad, su amor era sano. Para la protagonista de mi historia su amor era una enfermedad… algo trágico, roto. Pero estoy de acuerdo en que hay que esperar, el mañana siempre nos depara cosas nuevas…

Anónimo dijo...

Ella…abajo, en la calle…

con la maleta en la mano y un pasaje destino aquella ciudad que siempre habían deseado visitar. Todavía media ebria por la botella de Moet Chandon que se había tomado a su salud y de la cual le había dejado la cuenta como última cariñosa despedida, paró un taxi. Dió una ultima vuelta y...

Lo vio llegar. ¡Como siempre tarde a su cita, su última cita!

Mararía dijo...

Si eso tendría que haber hecho…pero en vez de Moet Chandon, tomó un tranquilizante y decidió vengarse…o no? yo no lo sé… “la realidad siempre supera a la jodida imaginación”

Dos besos Marlene K.