sábado, 7 de noviembre de 2009

Añoranza

No añoro de ti: ni tu risa, ni tu voz modulada –esa que no se corresponde con tu cara –.
No añoro tu abrazo cálido, cómo aquel que me diste al pie de la playa, convirtiendo tus brazos en cobija; calentando y aliviando el dolor de mis huesos cansados del trabajo. Ni el placer en mi cuerpo mientras esculpías con tu buril cada curva, cada pliegue, cada hueco…
No añoro el tacto de tu piel, ni su olor, ni añoro tus manos, ni las puntas de tus dedos rasgueando la guitarra de mi espalda.
Ni siquiera añoro tus besos, si acaso... el primero. Y no me da pena confesarlo: ese fue mi último primer beso.
No añoro el sudor corriendo por tu frente, ni el brillo de tus ojos en busca de los míos para sentir y ver el destello del orgasmo compartido.
Y no lo echo de menos, porque todo eso es mío. Todo esto lo tengo y lo mantengo.
Escribir que te extraño mientras busco las palabras que te hagan temblar con cada verso.
Decirte tan solo que añoro el sabor de aquel vino compartido, el olor desprendido de tus hombros mientras libabas por debajo de los míos. Que el último recuerdo antes de dormir sea el calor de tu cuerpo en mi espalda. Y lo primero que evoco al despertar: tu mirada.

6 comentarios:

Purificación Santana dijo...

Precioso querida, precioso.

Anónimo en vena dijo...

Tus letras me hicieron temblar, sin duda ;)

Seguro que él añora tu escote aquella noche en aquel verano el día más caluroso del año.

Un fuerte abrazo.

Dulce dijo...

Qué hermoso, Maite, me has emocionado. Qué hermoso sentir y que te sientan así, qué envidia poder trasmitirlo de esa forma.

Lunática dijo...

Como dirías tú: Amén.

Anónimo dijo...

Excelentes letras.

Anónimo dijo...

Hermosas letras.