viernes, 30 de octubre de 2009

La valija

Dudó de que aquella maleta fuera lo suficientemente grande. Comenzó por doblar aquél suéter azul y pensó: no se culpe a nadie. Guardó los libros de Anaïs Nin, junto con aquel marcador olvidado. Dobló con cuidado sus vaqueros y atrapó unos cuantos suspiros (esos besos que no damos), la camisa gris, la blanca, la negra. Los calcetines rellenando los huecos junto con las cosquillas y todos sus gestos. Siguió doblando recuerdos, se llevaría consigo sólo los buenos…los malos los tiró sobre la cama con rabia. Al ladito de los sombreros metió algunos de sus sueños. La bufanda para el frio cobijando algún orgasmo. Entre sus pañuelos, los olores cotidianos (los de su pelo, su cuello, su pecho…). En el neceser de mano, cercano al dentífrico guardó los besos, los secretos, los susurros. Con la lencería fue doblando mañanas, tardes, noches, madrugadas de sexo: pasional, tierno, breve a veces. En los guantes metió caricias, mimos, unidos al roce de las puntas de sus dedos. Por último guardó los zapatos, los fetiches… pies descalzos caminando por los sueños. Pero, no guardó espejo alguno, simplemente –cual Alicia- cruzó al otro lado.

3 comentarios:

Dulce dijo...

Me gustaría expresarme así, haces sentir muchas cosas.

Lunática dijo...

Hacía tiempo que no escuchaba (o leía) la palabra "valija" que, en este caso, me encanta su doble significado para el texto que compartes con nosotros.
Bss.

Purificación Santana dijo...

Todo lo que escribes es como poesía en formato prosa. Muy bonito como siempre. Sólo que me pregunto por qué tus mujeres siempre esperan, están solas, son abandonadas... en fin, el panorama es bastante desolador desde el punto de vista del contenido. Bueno, cariño, es por decir algo.