Dedicado a:
Alexis Ravelo
y a mi viejo profesor de filosofía:
Don Francisco Mayor
(donde quiera que esté)
Alexis Ravelo
y a mi viejo profesor de filosofía:
Don Francisco Mayor
(donde quiera que esté)
Habían acordado cuidarla entre los dos, aquellas violetas, tan bonitas, en su maceta de terracota, recién comprada, en uno de aquellos paseos aireando su amor. Amor, recién estrenado, como su matrimonio, como aquel piso, tan céntrico, tan de muebles caros, tan bien decorado, con ese estilo minimalista, tan del gusto de ambos.
La planta pasó a ocupar un lugar privilegiado en el salón. Al lado del ventanal, encima del buró.
Durante aquel año, él cuidó de abonarla, mientras ella le procuró el riego diario.
Meses más tarde, seguía ahí, en su lugar destacado, en el salón. Con menos flores y algo deslucida.
Ella pensó: ¿la estaré regando lo suficiente? Y dobló la cantidad de agua, extremó los cuidados: limpió sus hojas, la protegió de las corrientes, intentó que le diese el sol pertinente.
Él, ocupado en su trabajo, con un ascenso inmediato, en la compra de un nuevo coche, en fin, en sus cosas. Olvidó su parte del trato (proporcionar el abono adecuado a las violetas).
A veces, reparaba en ella, en lo fea y ajada, que se estaba poniendo. Entonces, protestaba, recriminando a su mujer, el descuidarla. La esposa, angustiada, la ahogaba en agua y extremaba aún más si cabe, sus atenciones. Las raíces podridas, por tanto exceso, la planta mustia, marchita y seca, por defecto.
Ahí seguía el maravilloso piso, con su decoración minimalista, y su magnífico salón. A simple vista, parecía el mismo. Solo que, en el lugar, especialmente elegido, ya no había maceta de terracota, ni violetas, ni.
La planta pasó a ocupar un lugar privilegiado en el salón. Al lado del ventanal, encima del buró.
Durante aquel año, él cuidó de abonarla, mientras ella le procuró el riego diario.
Meses más tarde, seguía ahí, en su lugar destacado, en el salón. Con menos flores y algo deslucida.
Ella pensó: ¿la estaré regando lo suficiente? Y dobló la cantidad de agua, extremó los cuidados: limpió sus hojas, la protegió de las corrientes, intentó que le diese el sol pertinente.
Él, ocupado en su trabajo, con un ascenso inmediato, en la compra de un nuevo coche, en fin, en sus cosas. Olvidó su parte del trato (proporcionar el abono adecuado a las violetas).
A veces, reparaba en ella, en lo fea y ajada, que se estaba poniendo. Entonces, protestaba, recriminando a su mujer, el descuidarla. La esposa, angustiada, la ahogaba en agua y extremaba aún más si cabe, sus atenciones. Las raíces podridas, por tanto exceso, la planta mustia, marchita y seca, por defecto.
Ahí seguía el maravilloso piso, con su decoración minimalista, y su magnífico salón. A simple vista, parecía el mismo. Solo que, en el lugar, especialmente elegido, ya no había maceta de terracota, ni violetas, ni.
5 comentarios:
Estoy segura que el peculiar D. Francisco Mayor no hubiera dejado de cuidar su violeta, a la vez que hubiera tenido una casa menos minimalista, más cálida.
Creo que lo principal no es cuidar lo externo, sino a uno mismo, para de esa forma poder dar todo lo que se es.
Besos.
Hace tiempo sustituí mis violetas por la arena de la playa, desde entonces todos somos conscientes de lo que tenemos y de lo que perdemos. Dos abrazos.
Me recuerda una canción - no se el autor del poema - de Rosa León:
Nos ocupamos del mar
y tenemos dividida la tarea
tu te ocupas de las olas
yo vigilo la marea
Y es cansado
por eso al llegar la noche
yo me recuesto a tu lado
mis manos en tu costado.
También tratamos la tierra
y también con el trabajo divido
Yo riego frutos y flores
y tu riegas lo escondido
Y es cansado...
Y así tratamos las cosas
cada uno según es nuestro talante
yo lo que tiene importancia
y tú todo lo importante
Y es cansado...
(según la recuerdo de memoria)
Qué linda, Maite. Muchas gracias. Este me lo guardo (por lo menos mi parte). jejejejeje. Un besote.
D Francisco Mayor fue mi profesor sólo unos meses. Es el profesor que más recuerdo, no por su muerte sino por lo que me transmitió en ese poco tiempo. Me alegra que alguien más lo recuerde después de tantos años
Publicar un comentario