jueves, 25 de junio de 2009

Valente

Me miras, vestidos tus ojos de inocencia y me preguntas: ¿Te irías a Italia? Y ya sabes mi respuesta. Y no me apuesto nada, ya sé que no te gustan las apuestas. Pero juego cada día, vivir es una posta. Y el que no arriesga: no gana, no pierde, no nada. La nada es no mirarse en los ojos de la niña que hoy es vida y es mi apuesta. Y no te importa que este vientre no sea tuyo, lo quieres, porque es mío. Lo quieres, porque lo quiero, y es un milagro, y creo, aunque sabes que no creo. Y debería, solo por ti, y por ella, debería. Convendría creer en los milagros que engendran vidas de capados y menopáusicas. Correspondería creer en ese espermatozoide rebelde que luchó, trepó, protestó, llegó y engendró. La niña esculpida en mi cama, de un sueño imposible, de una última noche silenciosa, sin jadeos, con gritos apagados en almohadas embriagadoras de olores cotidianos. Por padre un Peter sin mallas. Por madre una Campanilla sin alas. Por nombre Valente. Princesa Hera, mírate en los azules ojos de tu príncipe amado, y cree. Me miras, vestidos tus ojos de inocencia y me preguntas: ¿Te irías a Italia? Y ya sabes mi respuesta.