lunes, 27 de abril de 2009

La cita

Usted fue hasta aquella cafetería. Usted había recibido aquel mensaje donde ella le decía: “Tenemos que hablar es urgente”.
Y ahora usted, ahí sentado, delante de ella, después de pedir un expreso y un cortado con una nube de leche, se dispone a escucharla. Sin atreverse a interrumpirla.
-Sabes que no soy tonta, sé, lo sé, perfectamente que me he enamorado y solo ese hecho me basta. No sentía algo así, hace tanto…ni siquiera estoy segura si alguna vez lo sentí. Cuando estoy contigo no me duele nada, soy feliz, tan feliz. Si no estamos juntos me duele todo, estoy triste y de mal humor. Veo la realidad, ya te digo, no soy tonta. Sé que tú no estás enamorado, ni siquiera un poquito. ¿Qué te hago compañía? Seguramente. También sé que si ella te dice ven lo dejas todo y te vas. Todo esto lo sé y mucho más, ¿qué no soy la única? Claro. De pronto no soporto mi trabajo, ni mi vida ni… ¡Qué día tan raro! De repente lo único que deseo es poder escapar de ti. Dejar de sentir esta tristeza, volver a mi vacío. No, no me digas nada por favor. Me voy, me voy.
Usted se quedó con las ganas de decirle tantas cosas, si acaso una. Usted quiso seguirla, pero se quedó allí. Usted la vio desaparecer al doblar la esquina. Y ahora usted mira la taza de café intacta, usted ve como la espumilla de la leche ha dibujado caprichosamente un corazón.
...
Y ahora usted se dispone a decir algo, pero ella se levanta nerviosa, usted la retiene, ella se resiste, pero termina cediendo a los ruegos de usted. Usted le confiesa que solo piensa en ella, que no sabe si eso será amor; usted le pide otra oportunidad. Usted observa como ella se vuelve a sentar toma la taza de café y, le hace ver el corazón que ha formado la espumilla de la leche en la superficie.
Y ahora usted ríe y siente algo así… parecido a la felicidad.
...
Usted la retiene. Ella sorprendida le mira. Usted entonces le dice que está totalmente de acuerdo, usted ha descubierto lo mucho que necesita a esa otra. Y ahora usted le agradece su amistad, usted le toma una mano y la besa. Usted se levanta y se va. Y lo que usted ya nunca sabrá es lo que ocurre después.
Ella aturdida fija la vista en la taza de café, ve como una cruel broma aquel corazón, dibujado en la superficie, y ríe o llora…eso usted nunca lo sabrá.

lunes, 20 de abril de 2009

La cucharita

Aquel hombre desconocía el significado de la palabra dar. Toda su vida fue puro tomar. Indefectiblemente estaba enfermo. Cansado de visitar médicos, charlatanes que no daban con su mal, se iba desesperando. Sus amigos(los pocos reales que le quedaban) ya no lo soportaban. El trabajo se le escapaba. Las musas ya no lo querían. Su poder de seducción flojeaba. Cada vez más encerrado ante su ordenador como único amigo. Navegaba intentando encontrar la solución. Y poco a poco fue construyendo una vida ficticia donde todo era virtual: los libros, que descargaba y leía; las fotos para el blog, el blog, el face, el messenger; los videos descargados y comentados; la música cada vez más repetida; la comida que algún día probaría; los viajes deseados; los hoteles adecuados; las excursiones ideales; la información oportuna; los juegos más raros; los periódicos (locales, nacionales, internacionales); miembro de todas las causas justas; los blog amigos; los buenos de verdad; las películas antiguas, las películas modernas; los amigos, las amantes…incluso el sexo, hasta una caricia imaginada; un olor dibujado a través de una voz, o, a través de los miles de pixel de una imagen.
Y siempre el mismo sueño en que aquel médico le repetía: falta de amor, sufre falta de amor. Tómese una cucharita de esto cada día y mejorará.
Pero, aunque lo intentó, nada evitó que muriera de soledad.

Un sueño reparador

¡Le prestaría ese dinero! Era su amigo. Su mejor amigo.
Ahora, el papel de Armenia, perfectamente doblado, se consumía lentamente en aquel cuenco. Recordó que esa cerámica fue un regalo de Matías. La lluvia en los cristales, la música suave de fondo, el humo que impregnaba toda la estancia con ese aroma fresco y dulzón. Se dejó llevar por el sopor. Uno no sabe cuál es el mecanismo que nos lleva de un pensamiento a otro, de una idea a otra, de una visión a otra: uno sueña; eso es todo.
Hay veces en que realidad y fantasía se confunden en este duermevela. Los recuerdos fueron saltando de su niñez a su juventud hasta llegar a la actualidad y, en todos ellos, siempre presente: Matías.
Y… se durmió. Los sueños lo transportaron hasta la casa de Matías, allí estaba - su amigo- en la cama con una mujer (la imagen de ella era difusa), fumaban un cigarrillo, a medias, mientras él le decía:
- Deberías llamar a tu marido y contarle cualquier cosa para que no se preocupe, ya sabes cómo es.
-Sí, le diré que estoy en la peluquería y que tengo para un buen rato. ¿De verdad qué lo haremos?
-¡Te he dicho qué sí! Ahora solo depende de él, de que suelte el dinero…
-Lo hará, lo sabes. Tú eres su mejor amigo, jamás sospechará nada.
-Y tú, ¿estás decidida, no te echarás luego atrás?
- Por supuesto que no, lo siento mucho por él, pero se acabó. Te quiero…
La cara de la mujer comenzaba a vislumbrarse, cuando el sonido del teléfono lo despertó. Su mujer al otro lado se disculpa: llegará tarde.

jueves, 16 de abril de 2009

Amar en seco es cansado

Me cansé de estar cansada, me cansé de ser, quién no creo, me cansé de pensar, me cansé de no llegar a ningún lado, me cansé de no estar…
Me cansé y no quiero decir más: que me cansé de buscar y no encontrar quien merezca mi soñar.
Me canse de gritar: que jamás venderé el verbo amar, ni lo exhibiré como un triunfo en sociedad…
Me cansé de escuchar: que yo no te merezco, si eres todo lo que quiero, entonces yo apelo a mi derecho a llorar.
Me cansé de incubar este nido vacío: dejo todo organizado, doblo y guardo mi pasado, me llevo sólo los pecados hasta el juicio final.
Me cansé de sufrir, a punto lo descubrí, decidida compro mi boleto y pongo la palabra fin.

martes, 14 de abril de 2009

¡Cómo esperando Abril!



14 de abril de 1931...

sábado, 11 de abril de 2009

"Ahí te vas con tu sambenito"

Mario Vargas Llosa opina: "La vasta producción de Corín Tellado quedará como muestra de un fenómeno sociocultural". Y eso es lo que no se puede negar a esta autora: su condición de fenómeno sociológico, más allá de sus modas, culturas y los momentos históricos que atraviesan sus numerosos lectores.
Palabras de Corín:
"Dicen que no es fácil vivir de la literatura, pero en cambio yo llevo 53 comiendo de ella; para bien o para mal, soy una autora que cuenta historias, con amor, con desamor, con tragedias, con lágrimas o con risas, siempre he buscado la mejor forma de entretener al público lector, ese gran público como se le suele llamar, que es el que nos alza o nos mengua, porque según les agrademos, así se multiplican las ventas. (...)
He buscado en mi mente la motivación de este afán al trabajo y he de confesarme a mí misma que soy trabajadora de nacimiento, que me gusta lo que hago y que quiera Dios que lo siga haciendo hasta la víspera de mi muerte, o como suele decirse, que me permitan morir con las botas puestas, en este caso será pluma en ristre, para inventar una historia nueva."

martes, 7 de abril de 2009

Reencuentro


No le hacía falta escuchar toda la tarde la misma cantinela, no era necesario, pero lo reafirmó en lo que ya sabía. Fracasado era el término que mejor lo definía. Sí, ella, como siempre, abrigaba la razón.
Tenía que salir del círculo que él mismo había creado; si ni él mismo se reconocía, mucho menos lo harían los demás.
Jamás, ni ante los problemas, ni en las situaciones más críticas, había dejado de ser él. Ahora la tristeza, el mal humor y, el no encontrar algún sentido a nada, ni a nadie, le hacía venirse abajo una y otra vez.
Hacía esfuerzos para reír; ser chispeante, ingenioso, optimista, pero solo conseguía enojarse aún más consigo mismo.
El dolor, era la respuesta, su única respuesta. El cansancio, su rutina. Compadecerse, su vicio favorito.
Las conquistas rápidas le diluían apenas el dolor, pero le consolaban del abandono -otra forma de engañarse-, cada vez más aislado y más culpable…entendió finalmente, que tendría que ganar la batalla él sólo.
Quizá, a su vuelta con las manos llenas y la mirada limpia, ella lo volvería a amar como aquella noche, la de aquel día.

Hasta siempre

...quién no escribió un poema huyendo de la soledad, quién a los quince años no dejó su cuerpo abrazar...
Tú fuiste mi estrella de luz.


jueves, 2 de abril de 2009

El batidor de plata

Todos la llamaban así: la Vagabunda, para hacer honor a la verdad, todos menos uno, el Tabernero, que la llamaba Princesa. Un día, recogiendo cartones, como siempre, en aquellos callejones malolientes; percibió sorprendida un objeto que brillaba en medio de tanta basura. Al acercarse descubrió que era un batidor de plata. -Un batidor, que es como nuestros abuelos llamaban a los peines-. Al levantar la mirada, vislumbró en el cristal de una vieja ventana, su imagen reflejada. El objeto encontrado despertó una coquetería ya olvidada. Comenzó a peinarse, a cada tirón en su pelo, tan enredado, la mitad de los cabellos se partían y caían al suelo, convirtiéndose en finos hilillos de oro. A cada pasada del peine, iban desapareciendo: canas, mugre, ojeras. Su melena brillaba al igual que sus ojos y, sus labios volvíanse gruesos y jugosos como antaño.
Mientras hacía un ovillo con los hilillos de oro, lo vio. Su Caballero, el que nunca la miraba. Ese día venía solo, casi siempre lo acompañaba una Dama muy puesta, muy guapa y algo altiva. Se acercó sonriendo y le preguntó:
-¿Puedo invitarla a un té?
Juntos partieron hasta la taberna, a lo lejos la Dama Altiva alcanzó a verlos, presa de los celos los siguió. La vagabunda relató al Caballero lo ocurrido con el batidor de plata. El Tabernero, ha escuchado toda la conversación; mientras que se acercaba para atenderlos.
-Buenos días, Caballero. Buenos días, mi Princesa-dijo.
Escondida, la Dama Altiva lo había oído todo y urdió la forma de robarle el batidor a la Vagabunda. No se dio cuenta de que el Tabernero la observaba, éste no alcanzó a entender lo extraño de la escena.
La Vagabunda, gracias a sus cabellos convertidos en oro, se compró una modesta, pero bonita casa, tenía hasta un pequeño jardín. Su Caballero no dejaba ni un día de visitarla.
Uno de aquellos días en que andaba atareada en el jardín, la Dama Altiva (que estaba al acecho, esperando la ocasión) entró y, rauda y veloz se apoderó del batidor.
Por el camino hacia el pueblo, se cruzó con el Tabernero, éste iba a visitar a la Vagabunda -su Princesa-, que lo había invitado a tomar un té en su nueva casa.
La encontró en el jardín, se saludaron y pasaron a la salita. Ella puso la tetera con el agua a calentar y le dijo:
- Disculpa por mi aspecto voy a asearme y a poner orden en mis cabellos.
No encontró el batidor, lo buscó; pero no logró encontrarlo, estaba segura de que por la mañana, al terminar de peinarse, lo había dejado ahí. Salió preocupada hasta la salita. La tetera pitando avisaba que el agua ya estaba lista, la apartó del fuego.
-Tabernero, no encuentro el batidor.
-¿Has mirado bien, Princesa?
Juntos buscaron por toda la casa; pero nada, había desaparecido. La vagabunda lloró abatida. Él trató de consolarla, ella le pidió que se marchara. El Tabernero se despidió taciturno.
Pasaron varios días y la vagabunda se fue apagando; como antes volvió a estar triste, no se aseaba y, sin su batidor, tampoco se peinaba. Su Caballero dejó de visitarla. El único que seguía viéndola; como siempre, era el Tabernero, que no sabía ya qué hacer para consolarla.
La Dama Altiva y el Caballero volvieron a frecuentar juntos la taberna. Se fijó, entonces, en que la Dama iba, aún, mejor vestida que antaño. De pronto, lo vio claro, recordó la extraña escena del día en que Princesa encontró su batidor y, de que el día en que este desapareció, se cruzó con ella por el sendero. ¡Voilá!
En un descuido de la Dama, el Tabernero tomó su bolso, detrás de la barra lo registró y encontró el batidor de plata. Lo escondió y devolvió el bolso de la Dama; sin que esta, se percatara de nada.
Corrió en busca de su Princesa. Esta, al ver su batidor de plata, se puso muy feliz. Mientras escuchaba, atentamente, toda la historia, comenzó a ver al Tabernero de otra manera, reconoció tristemente que ella nunca, hasta ese momento, lo había mirado. Él, alentado por aquella mirada, tan tierna, le confesó su amor.
Después, Princesa y Tabernero se casaron. ¿Es necesario decirlo?
Pusieron el batidor a buen recaudo. ¿Es necesario decirlo?
Fueron felices por siempre jamás. Naturalmente. ¿Es necesario decirlo?