domingo, 29 de marzo de 2009

Narcís el monótono

Ella no era muy de creer en presagios, visiones, augurios… No obstante, no pudo evitar sentirse invadida por el desasosiego tras despertar y recordar su extraño sueño.
Mientras se preparaba un café bien cargado, para terminar de despejarse, acudió a su memoria, como en una película, lo soñado. La escena era la siguiente: en un bosque al pie de un lago, dos hadas hablaban entre ellas.
-Onírica, tienes que hacer algo con ese tipo, que es incapaz de querer a nada, ni a nadie que no sea él mismo. Sabe cómo tejer redes de encanto para atrapar a esa pobre crédula; tan solo para obtener algún beneficio: un trabajo, una casa, un viaje… Es capaz de cualquier cosa para conseguir su objetivo. Luego se hará el ofendido, el dejado, o, simplemente, el loco… Esto último le funciona siempre.
-¡Ay! Ondina, pero es tan encantador, tan seductor, tan enredador… Con esas frases tan epatantes que utiliza: “Cómo pude vivir antes de ti… rondarte es un placer; porque eres mi musa, me inspiras, me imbuyes…” Y, ante un poeta así, ¿qué mujer podría resistirse?
-Ninguna, de acuerdo, por eso tenemos que actuar. Ayudar a esa pobre cándida.
-Muy bien, Ondina, esto es lo que haremos: ya que eres el Hada del Lago, te toca a ti meterte en el espejo del salón; y reflejar el alma de todo aquél que se mire en él.
-Y tú, Onírica, Hada del Bosque de los Sueños, ¿qué harás?
-Ya lo estoy haciendo; estamos metidas en su sueño.
Apurando su café, recordó que el espejo ya se encontraba en el piso cuando lo alquiló. Sin darse cuenta, se dirigió hasta allí y, contemplándose no pudo sino reírse. Delante sólo estaba su salón, ella en pijama y un sol radiante que iluminaba toda la estampa... invertida, claro.
Por la tarde regresó a casa después del trabajo, con su chico, Narcís, aquel vendedor de seguros que se creía un poeta. Y allí delante del espejo lo que vio fue un paisaje árido, con un tipo tétrico, sombrío… rodeado de cadáveres.
Él no paraba de hablar de sus cosas, de su ombligo, de su… de él. De pronto, le pareció el tipo más soso, anodino, mediocre, aburrido, insustancial, plomizo y, monótono.
Mientras le rogaba que se fuera, por favor, que ya lo llamaría, que ya hablarían otro día, le pareció ver en el espejo a Onírica y a Ondina, sonrientes, guiñándole un ojo.

Narciso y el espejo mágico

Erase una vez una campesina, que estaba enamorada de un joven poeta, apuesto, atractivo y galante.
Mientras dormía…Una noche: Onírica, que era el hada que habitaba en el bosque de los sueños; quiso prevenirla –mi buena campesina, cuídate del falso poeta, ya, que es incapaz de querer a nadie fuera de él mismo. Sabe como tejer redes de encanto a su alrededor, para atrapar a las jóvenes inocentes como tú; pero sólo te usará en su propio beneficio. Aquí te dejo este objeto mágico, es un espejo: tiene la facultad de mostrar el alma-le dijo.
Al despertar, la campesina, lo halló a su lado, en la almohada. Lo tomó y al mirarse en él contempló la imagen de una chica muy hermosa, rodeada de ángeles, pajarillos, mariposas...
Entonces, se fue en busca de Narciso, que era el nombre del poeta. Lo encontró en la plaza del pueblo, rodeado de bellas muchachas, que le oían fascinadas.
El poeta, al ver a la campesina se acercó, sonriente. -¡Hoy estas tan guapo! Mírate- le dijo ésta.
Ante los ojos, atónitos, de ambos, apareció reflejado en el espejo, un hombre muy feo, muy oscuro; rodeado de un paisaje gélido, y de múltiples espectros, que imploraban y se desangraban arrastrando cadenas. El pecho opalino dejaba ver un corazón aciago, perverso, negro como el azabache.
La campesina, desconcertada, corrió despavorida y no paró hasta estar muy lejos del poeta, al que nunca, jamás, volvió a ver. El espejo lo guardó como su más preciado tesoro.
Y cuentan, que cuando algún muchacho, fuera o no poeta, la cortejaba, ella le hacía mirarse en el espejo. Así, conoció al que fue el amor de su vida, pero esa es otra historia…

jueves, 26 de marzo de 2009

Tributo a José Antonio Padilla

No hay otra forma de vivir
Como el que cuenta rayos en una noche de tormenta
y sabe que todo está escrito.
Como el que se asoma al último puente del mundo
en el último día de su vida
y sabe que no hay más luz que la de unos ojos.
Vivir así.
Como quien mira sin preocupaciones
y sabe
que a un día monótono
le sucede otro inolvidable.

Insomnio

Hoy todo se agolpa.
Pero, lo que más, mis emociones. Y, entre ellas, mis quebrantos.
Allá van…
Qué hago aquí,

en esta intimidad de brújula,
al este
de un barrio sin futuro.
Qué hago aquí,

imaginándote
sílaba a sílaba,
deletreándote
hueco a hueco.
Debajo de mi insomnio

parece que hace guardia un coche fúnebre.
¡Vaya día! Quizás tendría, pero no debo. Siento ser opaco.


Del libro, Noches Áticas, de este joven (1975-2009) poeta malagueño

En el último número de Nadadora nos dejó estos aforismos:

En agosto, los mitos no son válidos.
*
Ya sabes: cuando las raíces tienen dolor, las flores tienen artritis.
*
Todo lo que tiembla es algo que ya ha temblado.
*
Los límites de la posmodernidad van más allá de las alambradas.
*
Recorro tu claridad y voy devolviéndole memoria a mis eclipses.
*
Síntesis o secuencia, espejismo fiel: impura sombra.
*
También las palabras son un instrumento financiero.
*
Las cuevas están llenas de aire fosilizado.
*
Bergamín: escritor en bruto.
*
El estilo no es una suma de cortinas.
*
En la teatralidad de las formas no hay fondo.
*
La imprecisión de lo leve es una precisión más suave.
*
Se quitó el sujetador: abrió la puerta de su confitería.
*
"Lo más importante de la poesía: no buscarla, no esperarla. La poesía se presenta en cualquier rincón de la vida, insospechadamente, con sus ojos de metal líquido, su rostro de futuro imperfecto y su cintura de niebla congelada".

martes, 24 de marzo de 2009

Eso es todo

Uno escribe; eso es todo. Hace nada, apenas un instante, me reencontré con este placer de escribir…no me atrevo a decir literatura. No sé el momento en que alguien leerá esto. Si logro, que, tan solo tú, te conmuevas. Te identifiques, con lo escrito; habrá valido la pena. Quién sabe cuándo se abre esa puerta en la que tú y yo, somos uno, pertenezcamos o no a la misma época…esa es la magia…esa es la literatura. Por eso no entiendo que alguien, que me ha enseñado tanto, quizás, sin -ella- siquiera saberlo; destile tanta envidia, tanta mediocridad. Me pregunto: por qué no escribe, por qué pierde tanto tiempo en majaderías. No puedo evitar estarle agradecida, mis padres me enseñaron a ser bien nacida. Lástima -pienso que- si yo tuviera su talento…
Yo, seguiré sus consejos: estudiar, leer, escribir, escribir, y escribir. No pretendo nada, no envidio a nadie, si acaso, admiro hasta al más pésimo. Porque escribir es un arte y, como tal de alguna manera te eleva de una vida trivial, superficial, necia …no sé, mi cabeza es una cajita de pensar, esto es una salida, y como otros muchos escribo con mis tripas: uno escribe; eso es todo.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Lo absurdo de la primavera

La primavera lo suaviza todo, nos aparta de esta pegajosa melancolía, nos predispone a salir, a reconciliarnos con la vida. Nos anima a tirar todo lo viejo, a comenzar de nuevo. Animado por este maravilloso día, me dispongo a pasear.
A mitad del paseo mi cabeza (ya casi despoblada) comienza a sufrir los estragos de tanto sol. Sigo andando sin encontrar árbol, fachada, saliente… lo que sea, que me proporcione un poco de sombra. Las gotas de sudor corren por mi frente, alcanzan mis ojos, que ahora me escuecen y entonces es cuando lo veo ahí, en el escaparate, un maravilloso sombrero de ala ancha. Siempre quise uno así. Sin dudarlo, entro. No podía ser otro que éste, el famoso panamá, hecho de hojas de palmera trenzada. Me queda perfecto, lo pago y retomo mi paseo.
Todo vuelve a ser bello: el paisaje, el sol, el día. Fantaseo con ser: un dandy, un Bogart, un Sinatra, con mi nuevo sombrero. No han pasado ni cinco minutos cuando siento como si alguien desde atrás golpeara mi cabeza, me vuelvo raudo y, desconcertado, compruebo que no hay nadie, vuelvo a sentir la opresión en mi cabeza, intento inútilmente sacarme el sombrero, no hay modo, tal parece que, cuanto más me esfuerzo en arrancarlo, más se hunde en mi cabeza; tomo aire, respiro, pienso en lo absurdo de la situación. Ahora, con mis dos manos sujetando con fuerza el ala del sombrero, tiro, tiro y tiro… Pero sólo consigo hundirlo más: ahora aprisiona mis ojos, mis orejas. Pienso en que es primavera, en que estas cosas no pasan, en que es primavera, en que la cabeza me estalla, absurdamente sigo pensando en que es primavera, en el día hermoso, en mi paseo. A tientas busco un muro, me apoyo, me escurro, me quedo sentado. Oigo el doblar de unas campanas lejanas. Ya no siento el dolor en mi cabeza, ni en mis ojos, noto libre las orejas. Veo entonces mi panameño en la mano de esa señora que se me acerca, no entiendo por qué me miran todos, ni por qué cuchichean entre ellos, yo, absurdamente sigo pensando en que es primavera.

domingo, 15 de marzo de 2009

Filo-entomología

Después de la cena, en la que apenas pudo probar bocado, ella le confesó que en su estómago acababan de nacer unas mariposas, y que él era el único responsable. Se excusó un momento-ponte cómoda- y, dirigiéndose al desván recordó a Darwin, a Vladimir Nabokov, a Karl von Frisch y aquel ejemplar lepidóptero la Valeria tritaea (mariposa vagabunda). Mientras buscaba su caza-insectos, sus alfileres y su tablero, pensó que esta vez necesitaría, también, su cuchillo jamonero. Amanecieron abrazados sobre la cama, ella con el vientre abierto en canal; entre las vísceras ensangrentadas cientos de larvas y crisálidas de arañas. Él, a su lado, tan pálido como las sábanas; sobre el pecho una viuda negra seguía inoculándole su dulce veneno.

jueves, 12 de marzo de 2009

La huida















-Puede que sea una huida hacia adelante, pero ya está decidido. No puedo, aunque lo desee con toda mi alma, pedirte que me esperes.
-No, no puedes Coffee.
-Lo sé Mae.
-Siento que quedan tantas cosas, conversaciones, sabes que detesto dar explicaciones…
-No las des ¿Quién te las pide Coffee?
-Nadie, evidentemente…
-¿Entonces?
-Estas a la defensiva Mae…
-No Coffee, te equivocas.
-Te conozco Mae, no me engañas…
-Estoy triste, cansada, decepcionada…
-Te escribiré cada día…
-¡No! Eso solo hará aumentar mi tristeza…
-Mae, Mae, Mae…
-Tranquilo, no voy a pedirte que te quedes, pero tampoco voy a esperarte, ¿lo sabes?
-Claro Mae…Pero, no me apartes de tu vida.
-Mira…Coffee no quieres perderme por puro egoísmo…Si las cosas no te salen como piensas... Aquí tendrás a la buena de Mae.
-Calla por favor, sabes que te…
-¿Qué sé Coffee! No sé nada. ¡Cuánto llevo escuchando tus lamentos?
-Mae…
-Mae, Mae… La luchadora, la consoladora, la escuchadora, no… Se acabó. Si te vas, te vas. Punto.
-Mae por favor tenemos poco tiempo y hay tantas cosas que tengo-debo- decirte.
-Déjalo, no quiero saber nada, si te vas ¿Qué importancia tiene?
-¡Jodida vida! ¡Jodida suerte!
-No, jodidos hombres, humanos, que lo complicamos todo. Las cosas tienen un porqué. Vete, busca tu destino, puede que así yo encuentre el mío. En cuanto a la suerte:no creo.
-Mae necesito decirte que te…
-¡No! ¡Jamás! Escríbeme, sí, hazlo Coffee, esas jodidas cartas que esperé todo este tiempo, guárdalas y si vuelves... Me las das. Será aquí, en este mismo sitio.
-Oh Mae, entonces…
-Entonces, si ese día estoy…Las leeré…Pero solo entonces.
-Gracias Mae.
-¿Brindamos?
-Mae, Mae, Mae…Brindemos.
-Coffee, Coffee, Coffee… Escucha.

domingo, 8 de marzo de 2009

Enter


Por fin dejó de tener miedo, olvidó todas sus dudas, complejos, inseguridades varias. Se miró en el espejo y se reconoció. Era ella la que se reflejaba en la luna del cristal. Sin duda, era su cara, su sonrisa, su mirada tierna. Eran sus manos, sus caderas, sus piernas. Indefectiblemente era ella, volvía a ser ella. Se gustó, se sonrió, se guiñó un ojo y, cantando por lo bajinis, se alejó taconeando dispuesta. No se olvidó de colgar el cartelito: en su corazón y en la puerta.

El espejo abominable que se rompió

¡Me rompí de gusto!

Aquel día, ella ordenaba su aguja, su hilo y su dedal. Ajustaba sus alas cuando lo vio llegar. ¿Excusas? Las de siempre: que si Garfio, que si alguna Wendy a la que ayudar, que si fue a la caza de su sombra…Por enésima vez, lo tendría que cobijar.
Chocantemente, lo que él siente, es como le patea el culo: pin, pan y, mientras espera el maldito pum… La ve, es ella, su Campanilla, volando y repitiendo sin cesar: “Peter Pan, pan, pan... Por siempre, nunca, jamás.”

Fantasía


Y colgada se quedó: así la pensé, la deliré, la acaricié. Esperando por ti, a que me arrancaras las vestimentas de hombre y, ataras mis manos a la espalda con tu corbata, a modo de cadena. La música jazz, el piano, tu guitarra, el humo del cigarrillo envolviéndolo todo, las copas de vino. El deseo, las espirales, la muerte que llega, la noche que se acaba, el poema que se aleja.


martes, 3 de marzo de 2009

Recuerdo su olor...tan ella

Lo que me atrajo de ella la primera vez que la vi, fueron sus ojos, tan tristes. Luego su olor a mujer y a perfume caro, tan personal, tan ella. Más tarde fui venciendo mi natural desapego, gracias a su ternura, me dejé de a poquito: tocar, acariciar, mimar, me fui entregando. Así me fue enredando, siendo como un perrito faldero, detrás de ella apenas aparecía por la casa. Ésta de pronto parecía más viva, amable, cotidiana.
Recuerdo un día, mientras se duchaba, la cara de sorpresa al verme allí, apoyado en el lavabo, contemplándola con mi cara de bobo.
Luego, aquel sentimiento, que poco a poco iba naciendo en mí: los celos, sí, porque me ignoraba cuando se entregaba a él. La oía reír, gemir, gozar. Yo sé que me quería, también, pero era a él a quien amaba.
Por eso una noche, mientras dormía, no pude aguantar más y le lamí la cara. Se despertó asustada y me gritó: ¡Maldito gato!
Mi amo, que estaba tendido, a su lado, riendo, divertido, dijo: umm… No decías que era encantador, te lo regalo.