jueves, 27 de noviembre de 2008

El hombre de su vida


Desde la primera mirada, lo presintió: sólo le traería complicaciones, pero nada la disuadió de que era el hombre de su vida.
Decidida, como siempre, a conseguir cuanto se proponía, tuvo que ser mil mujeres en una. Cada día algo nuevo, distinto, sorprendente, sugestivo, mágico, una nueva historia —cual sherezade amateur— porque él era tan complejo que una sola le sabría a poco.
Así, se vio inmersa entre múltiples personalidades. Iba de la alegría al llanto. De la sexy y explosiva a la púdica y cándida. De la dómine a la aprendiza. De la culta a la profana. De la rica a la pobre. De la triunfadora a la frustrada. De la optimista a la pesimista. De la sociable a la asceta. De la desconocida a la celebérrima. De la cuerda a la loca. De la guapa a la fea. De la joven a la vieja. De la gruesa a la enjuta. De la centrada a la mayor despistada.
Cada día una. Cada noche otra.
Acabó perdida. Primero dejó el trabajo, luego la comida, mas tarde su aseo. En tan lamentable estado se inventó ser una vagabunda.
Pero él nunca la vio en ninguna de aquellas mujeres, seguía fantaseando con otra. Una mujer madura con cara y ojos de niña (en los cuales creía leer: dame amor) que un día le vendió un poco de autenticidad. Quizás cuando más falta le hacía.
Sigue también un poco perdido, abrigando esperanzas con la cobija de la monotonía.
Hoy le pareció volver a verlo en aquel señor tan triste que se acercó a ella. Sus miradas se cruzaron y, por un segundo, creyó que le decía algo, pero sólo fue el ruido de la limosna en el cacharro.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Búscalo

No lograba entender como alguien que había viajado a los cinco continentes podía ser tan conformista. Pero lo admiraba, lo necesitaba. Su tranquilidad su aparente felicidad.
Cuando su mundo se resquebrajaba, él siempre estaba ahí, para colocar la tierra firme bajo sus pies. Cada vez que su cabeza le volaba con sus pájaros, sus sueños, su banda sonora, él acudía con su para para stop, aplicando su lenitivo. Filosofo, equilibrado, sereno.
Por eso, cuando la dichosa melancolía se le pegaba en el alma, como la humedad al cuerpo, en un día bochornoso, o cuando la vida de pronto volviase hostil, acudía a su risa, a su oído y a su bálsamo.
Por eso, aquella noche, le sorprendió descubrir otro Él. Un Él, que a veces, fantaseaba como ella y se negaba a pensar demasiado, para no salir corriendo sin parar, hasta alguno de aquellos lugares, conocidos año tras año durante las vacaciones.
Había un par de ciudades donde viviría sin pensarlo. ¿Con ella? Eso no lo dijo. Porque la conoce muy bien, porque la sabe capaz de coger el primer avión hacía su fantasía y mandarle una postal diciendo: aquí te espero, justo en el punto donde convergen los sueños.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Locuras


Te enroscas a mi vientre
como un gato mimoso,
buscando mi abrazo
y mi beso.
Queriendo que,
de tu dolor
te sane,
y haces brotar
de mi pecho,
otra vez la ternura,
las ganas de amar
hasta la locura.
Veo en el fondo
de tus ojos,
la enorme amargura
que invade tu alma,
y esa misma tristeza
hace que yo me salve.

martes, 18 de noviembre de 2008

Ternura


Cuando naciste tu hermana lloró, porque no fuiste una niña, y tu hermano rió, por lo contrario. Pero, cuando llegamos los dos a casa, ambos se pelearon por ser tu compañero de cuarto. Un día tu hermano sentenció: (en unas de tantas peleas que hemos tenido contigo por vago) mami, déjalo, no te pongas nerviosa por él, no ves que no le importa que te enfades, ni que le penes, él es feliz, siempre es feliz. Sin querer tu hermano te definió: sí, eres un tipo feliz, optimista, conciliador. Siempre medias entre nosotros, nuestras peleas y desencuentros.

¡Ojala no cambies nunca! ¡Felicidades Héctor y gracias por estos dieciséis años!

lunes, 17 de noviembre de 2008

Homenaje a Monterroso


Por la mañana al despertar, mi vida seguía ahí

Acompáñame a estar sola



Debí derramar mil lágrimas y dejar brotar todo el dolor que tu bendita sinceridad me causó. Pero, en lugar de eso intenté inútilmente que la sangre que manaba de mi pecho, no manchara tu colchón.
Y jugué a que no me importa, a que somos solo amigos. Tú, peligrosamente encantado, con ganas de cultivar mariposas de esas que vuelan dentro del estomago, pero no, me dices, me vedo…
Y tú con esa carita de adolescente y esos ojitos de no me dejes ahora, somos tú y yo, nadie más.
Y yo eterna adolescente melancólica, sin creer en el amor “bien lo sabe dios, no habrá nadie que te quiera más que yo”.
Y sueño que el amor ese sentimiento: “nos funda en un abrazo y sea el final del cuento”. Tendré que seguir improvisando sueños para seguir viviendo.